Esther

El 4 de Noviembre del 2004 perdí a mi hija Raquel. Tenía 18 años. Creo que desde entonces yo también ando algo perdida, acompañada de esa fuente de malestar profundo llamada “duelo”; por el dolor, la culpa, y la impotencia que siento debido a que ella ya no está a mi lado. Ya no la puedo besar, ni abrazar como antes solía hacer. Estaréis de acuerdo conmigo que esto sólo lo puede entender aquel que pasa por ello. Es por esta razón que tan a menudo, y a veces con tanta gente alrededor, nos sentimos enfermizamente solas y no aceptamos las palabras de nadie. A pesar de mi tristeza y rabia, y de las pocas ganas que me han quedado de vivir; he de decir que mi fe en Dios ha sido mi consuelo y salvación en estos momentos tan duros de mi vida. Hace muchos años que soy cristiana. Creo en y a Cristo, y lo que dice Su Palabra, la Biblia. Sé que sólo Él puede darme la esperanza que necesito para poder seguir adelante día tras día. Pero no una esperanza cualquiera; sino una esperanza viva y real, una esperanza que nace de estas palabra: “porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna".(Juan 3: 16).


Sé que algún día volveré a verla, y volveré a estar con ella. Mientras tanto sé que he de seguir descansando y confiando en Él, y en todas Sus promesas, si quiero permanecer íntegra en mi camino.


A todas las madres que habéis perdido un hijo o una hija quiero deciros que cada día os tengo en mis oraciones, y recordaros que junto a Él… ¡Sí que PODEMOS!


Que Dios os bendiga
Esther