Mercedes

Cuando nos casamos, todo nos iba bien. Éramos muy felices, nos queríamos y no teníamos ninguna preocupación. No nos imaginábamos lo que nos esperaba.


Nació Esdras, nuestro hijo, a mitad de agosto y nos dejó a mitad de octubre. Son los dos meses que más recuerdos nos traen.


Cuando murió, a penas podíamos recordar algo de él que no nos produjera un dolor insufrible. Con el paso del tiempo, recordamos esos momentos con dulzura y agradeciendo a Dios esos dos meses que nos concedió a nuestro hijo.


Cuando murió la impresión que nos produjo era como si estuviéramos andando felices por un camino de rosas y de pronto nos dieran un bofetón en pleno rostro. Te quedas desconcertado, triste, dolorido,…; con un montón de besos por dar, con un montón de abrazos por estrechar y las manos llenas de caricias. Sólo te queda añoranza.


Aún recordamos frases de consuelo dichas con la mayor buena intención, pero que nos hacían más daño que bien.
Solo una frase nos sirvió de consuelo. Alguien dijo:"la vida pasa rápida, pronto le veréis."


Ahora ya tenemos 55 años, y Dios nos ha dado tres hijas maravillosas que nos han hecho abuelos de tres nietas que son de mucha bendición para nosotros. Pero aún recordamos esa frase “Pronto le veremos.


Al recordar a Esdras, nos viene a la mente un versículo del libro de Apocalipsis que de alguna manera hemos hecho nuestro:

"DIOS ESTÁ CON ELLOS COMO SU DIOS.


ENJUGARÁ DIOS TODA LÁGRIMA DE LOS OJOS, Y YA NO HABRA MUERTE, NI MÁS LLANTO, NI CLAMOR, NI DOLOR, TODAS LAS COSAS PRIMERAS PASARON ".
(Apocalipsis 21-4)