Tere

    EN MEMORIA DE REBECA

 

  Soy nacida en Madrid, y estoy casada con Manuel Álvarez, pastor de la iglesia Casa de Dios, Asambleas de Dios de Madrid.  Dios ha bendecido nuestro matrimonio con tres hermosos hijos, el mayor, un varón, Samuel; los otros,  dos preciosas mujercitas la mayor Rebeca y la menor Dámaris.

 

  Hasta aquí todo es de lo más normal en toda familia, pero quiero compartir algo que ocurrió en nuestro hogar y que fue una experiencia dolorosa para nuestra familia.

 

  El día 11 de Enero de 1996 partió a la presencia del Señor nuestra amada hija Rebeca, acababa de cumplir 16 años.

Después de una terrible y larga enfermedad, esta frase que siempre he oído a través de las noticias, sobre un personaje, me parecía, eso, una frase, sin sentido para mi vida, pero ahora comprendo la frase "terrible y larga enfermedad".

 

  Rebeca comenzó con unos dolores en su pierna derecha en el mes de Noviembre de 1994. Acababa de cumplir 14 años, y los médicos achacaban su dolor a que era una niña muy alta para su edad. Estando en la gimnasia del instituto, la dio un tirón muy fuerte, fue llevada a la clínica concertada con el instituto, pero los médicos tenían mucha prisa y sin hacerle una radiografía diagnosticaron  un problema de ligamentos.

 

  Con este tema estuvimos rodando de médico en médico, los dolores eran cada vez más fuertes, la niña adelgazó 13 kilos, y por las noches no podía dormir. En el mes de Diciembre del mismo año, la llevamos a un traumatólogo que la hizo una radiografía, (en la cual supimos después que ya se veía perfectamente el tumor) nos dijeron que no era nada, que podía ser del ligamento interno.

 

  En el mes de Marzo del 1.994 la niña arrastraba literalmente la pierna. Entonces se lo consultamos a un médico que es hermano en la fe, Dr. Pedro Tarquis, el cual se tomó mucho interés y como el trabaja en el Hospital Clínico, pidió a un doctor traumatólogo que trabaja allí que la viera.

 

  Cuando fuimos a consulta, el doctor se sintió muy afectado al ver a la niña con tanto dolor, y comentó, "mira voy a hacerte una resonancia magnética, ya que puede ser una rotura de menisco y entonces hay que operarte".

 

  El día 5 de Abril le hicieron la resonancia, y tanto mi esposo como yo, empezamos a ver pasar a los médicos corriendo de un lado para el otro, Rebeca lloraba, quería que estuviese a su lado, la dolía muchísimo.

 

  La sacaron en una silla de ruedas, Pedro salía con ella, bromeando. Nos dijeron que la iban a llevar a hacer una radiografía, la niña no sospechaba nada. Pero cuando la metieron en la sala de rayos, Pedro nos abrazó a mi esposo y a mí y nos dio el fatal pronostico. "Rebeca está muy enferma, tiene un cáncer de huesos y es posible que sólo viva dos meses".

 

  Puedo decir que creíamos que no hablaba de nuestra hija, ¿Rebeca? ella tan saludable, que jamás tuve que darle ni una vitamina, una niña tan fuerte, no puede ser. Además tanto mi esposo como yo siempre hemos testificado que Dios cuidaba de una forma especial a nuestros hijos, no podía ser. Y le pregunté a Pedro, "¿Y cuando la operan de la rotura del menisco? " Pedro me miró  y me dijo," Tere no es una simple rotura de menisco, hay algo más".

 

  Desde ese día fue un vivir en el hospital, le hicieron una biopsia para ver el grado de tumor; el peor; por haber pasado tanto tiempo, tenía metástasis pulmonar, si bien era muy pequeña, y con el primer ciclo de quimioterapia le desapareció.

 

  Le dieron 9 ciclos de quimioterapia muy agresiva. Qué terrible fue cuando se le cayó el pelo. ¡Pobrecita! decía "¿Cómo puedo estar sin pelo?”  La resultaba muy horrible, pero aceptó su situación la compramos una peluca, y como era una niña tan bonita no se le notaba mucho.

 

  Rebeca era de carácter fuerte, alegre, era decidida, y bastante transparente; sin embargo el tratamiento la hizo ser muy vulnerable, ya que expresaba sus enojos ante situaciones que no podía entender. Esto la añadió mucho dolor emocional, ya que creo que no estamos preparados para enfrentarnos a estas situaciones, no hubo comprensión hacia ella departe de sus amigos, tampoco los padres supieron indicar a sus hijos sobre cómo actuar en estas ocasiones; (aunque me consta que tanto los padres como los hijos amaban a Rebeca); al principio todos se sintieron muy afectados y dolidos, pero los días pasaban y Rebeca no mejoraba, y es normal que necesitaban divertirse y hacer su vida, aunque Rebeca no pudiera acompañarlos.

 

  Lo que ocurría es que cuando le contaban que habían estado en tal sitio, ella se enfadaba y decía: “aunque no pueda ir, me gustaría que me invitaran, por lo menos sé que cuentan conmigo”.

 

  Todo esto lo digo sin rencor a nadie, El Señor sabe que amo a esos jóvenes y entiendo que estuvieran confundidos.  Pero lo cuento por si puede ser de ayuda, El Señor permita que nunca ningún joven de una congregación se vea en una situación parecida, pero si lo hay, sería bueno que se les ayudara a aceptarlo y a comprender la situación, ya que si no es añadir más dolor al dolor.

 

  Ella sabía todo lo que tenía, y aceptó su enfermedad  como departe del Señor. Siempre quería saber los resultados de todo lo que la hacían tanto si era positivo, como negativo, ella solía decir "Yo quiero saberlo todo y si me quedan 10 días también yo estoy preparada, sé que voy con el Señor."

 

  Pero mi esposo y yo esperábamos  decirle algunas cosas cuando nosotros ya lo teníamos asimilado, para darle confianza.

Cuando le daban los ciclos de quimioterapia, se ponía muy enferma y yo la leía mi salmo preferido el 91, y ella aprendió a amarlo; también me decía que le gustaba cuando leía "ni peste tocará tu morada" "Caerán a tu lado mil y diez mil a tu diestra mas a ti no llegará"; me decía: "mamá el cáncer es la peste del siglo XX ¿verdad?.  Realmente puedo decir que no tiró la toalla en ningún momento.

 

  Los médicos nos avisaron del peligro que tenían los ciclos de quimioterapia que la ponían, ya que podía quedar en coma. Pasamos todo el verano en el hospital, ella solía bromear diciendo que estaba veraneando en la Paz.

 

  Recuerdo de una manera especial una vez que estaba recibiendo tratamiento, y sus plaquetas estaban muy bajas, fue uno de esos momentos difíciles que tuvimos que vivir; Mi esposo y yo nos salimos fuera de la habitación y en un rincón del hall nos pusimos a orar, y dijimos al Señor, "Señor, tu sabes cuanto te agradecemos que nos hayas dado a Rebeca, pero también somos conscientes de que es tuya, y Tu te la puedes llevar en cualquier momento, así que si es así tu voluntad, puedes hacerlo, Tu nos la diste, y a Ti te la entregamos". Nada mas terminar la oración vimos venir a la doctora que la estaba tratando, y nos llamó; entonces pensamos, Ya está, la niña, ya no sale de esta. Pero, qué equivocados estábamos, la doctora estaba contentísima, los resultados todos eran negativos, y seguramente que pronto podría salir la niña del hospital.

 

               Así fue, y además a partir de este tiempo, los dos ciclos que le quedaban iban a ser más flojos.

 

  Terminamos con todo esto y pasamos un tiempo muy bonito, ella iba mejorando cada día, y esto nos animaba a pensar que todo había pasado.

 

  Pero por desgracia, en el mes de Abril de 1995 en una revisión, volvió a aparecer la metástasis pulmonar, entonces decidieron operarla, y así lo hicieron el 12 de Mayo.

 

 La quitaron seis nódulos, y nos dijeron que todo había ido muy bien, y que disfrutara al máximo del verano, y en Septiembre la harían otra revisión.

 

  Pasamos un verano delicioso, fue como un regalo del Señor, unos hermanos nos dejaron un apartamento en la playa, y pudimos ir toda la familia. ¡Cómo disfruto de todo! fue un recuerdo inolvidable.

 

  Llegó Septiembre y le llamaron para hacerle las pruebas, y allí empezamos otra vez con nuestra lucha, los médicos no quisieron decirnos nada y esperaron hasta el 25 de Octubre, que teníamos consulta con ellos. Ese día la niña iba a la consulta con un catarro que le había comenzado unas semanas antes, tenía una tos muy seca, y se cansaba. En la consulta el médico la mandó ir con la enfermera a pesarse, y en ese tramo de cinco minutos nos dio la fatal noticia, "está muy mal, ya no podemos hacer nada por ella, Rebeca se muere".

 

No nos dio tiempo a reaccionar, Rebeca se presentó en la consulta con la enfermera. Cuando salimos de la consulta, Rebeca nos preguntó que qué pasaba, que algo nos había dicho el médico. No sabíamos qué decirle, le dijimos que habían visto algo en el scanner, pero que no estaban seguros.

 

 A partir de este tiempo fue un no saber qué hacer, fuimos a más médicos, con sus pruebas, claro sin ella, y todos nos lo ponían cada vez peor, dos o tres meses como mucho, nos decían.

 

  Fue un tiempo difícil, tratando de que ella no se diera cuenta de nada. Veníamos cantando a casa como siempre lo hacíamos, como si nada cambiara. Orábamos por ella, en la iglesia, en casa, había muchos hermanos orando por ella y por nosotros en todas partes, Dios es poderoso, decíamos, El puede cambiar todas las situaciones. Pero el tiempo pasaba, y nuestra hija cada vez estaba peor. Entonces nos acordamos de la oración del Señor Jesús en Getsemaní, tampoco el Señor quería beber de esa copa, y pidió al Padre: " Si es posible pase de mí esta copa, pero no mi voluntad sino la tuya". Y también nosotros aprendimos a pedir que se hiciese la voluntad de Dios, la verdad es que a partir de ese momento, comenzamos a tener paz, y el Señor nos fue preparando.

 

  Me acordaba de la letra de una canción que pertenece a una obra de Navidad, en la cual el ángel cuando va a dar a María la noticia del nacimiento de Jesús, la dice: "Dios es tan sabio El no puede fallar, Dios es tan bueno no puede herrar, cuando no entiendas ¿por qué? cuando no veas su plan, en el día fatal, confía en El".

 

  Mi esposo pidió al Señor un regalo muy especial y era que nos la permitiera tener durante las fiestas de Navidad. Y el Señor se lo concedió. Su empeoramiento fue muy grave a partir del día 7 de enero, Yo creo que ella sabía que se marchaba, pero nunca nos preguntó. Nunca hemos mentido a nuestros hijos, así que si nos hubiera preguntado estábamos decididos a decírselo,  pero ella nos amaba y creo que pese a su edad, entendía nuestra confusión.

 

  Se daba cuenta de que algo no funcionaba bien, el día 8 por la noche estuvimos toda la noche con ella, los ataques de tos eran continuos y no podía dormir, ya que se fatigaba mucho, en la mañana llamé al servicio de médicos que la atendían en casa, y recuerdo que ella les dijo: “Ponerme la medicina que haga falta, que yo no quiero ver sufrir a mis padres". Ella estaba muy consciente de todo hasta el último momento, el mismo día 10  estaba muy adormilada a causa de la medicina que la habían puesto y comenzó a hablar cosas que ella no podía controlar, una vez cuando la fui a acostar la siesta, se miró al espejo e hizo un gesto como diciendo ¡qué mal te veo!, pero ella se callaba, después dijo: "Oh señor, y esto como puede ser, ¿cómo lo voy a superar esta vez?" yo la pregunté qué decía, y ella me dijo:" Son cosas mías y además no puedo controlar el decirlas en voz alta, no te preocupes mamá.

 

  Por la noche sobre las diez, ella quiso irse a la cama, y la gustaba que mi madre fuera con ella para rascarle la espalda, cuando mi madre estaba con ella empezó a notar que hacía cosas extrañas. Manolo que tenía la costumbre a petición de ella de orar por ella todas las noches, el también notó que algo pasaba y también se preocupó y entonces no sabíamos que hacer, así es que llamamos a Pedro, que afortunadamente estaba en casa y no tenía guardia esa noche, cuando le dijimos lo que pasaba, Pedro se vino enseguida a casa, y al verla, nos dijo que le quedaban horas, y que el mismo se ocuparía de ponerle la medicina.

 

  Teníamos un miedo especial al momento de su partida, ya que se ponía nerviosa, y nos angustiaba verla así, pero gracias al Señor, yo le pregunté: "Rebeca ¿quieres que te lea el salmo 91? Ella me dijo, Si mamá, y cuando terminé de leérselo, se quedó dormida y sin conocimiento. Su padre y yo la teníamos agarrada de las manos, y su hermano y mi madre y sus abuelos estaban a su alrededor. Pedro nos dijo, le quedan minutos despediros de ella. Su hermano Samuel le dijo: "Rebeca dile al Señor que le amamos" todos la decíamos que la queríamos mucho y que había sido un privilegio tenerla en la familia, y así se la entregamos al Señor.

 

  Rebeca se fue con su Salvador. Le aceptó en su corazón a la edad de diez años, en la escuela dominical, y fue bautizada el día 6 de Mayo de 1990.

 

  El vacío que ha dejado es grande, y la echamos mucho de menos. A lo largo de este tiempo no ha pasado un solo día en que no pensemos y hablemos de ella; todo nos la recuerda.  Sin embargo vamos aprendiendo a vivir el día a día y a caminar en la gracia de Dios, ya que Su misericordia siempre nos acompaña.

 

  Para mí el tiempo después de su partida me ha resultado muy difícil de sobrellevar, ya que hay momentos en que la falta de recuerdos me angustia; me refiero a que a veces, se me olvida el tacto de su piel, cuando las madres besamos a nuestros hijos,  o su voz, y lloro al no poderlo recordar; otras  veces cuando peino la melena de mi hija Dámaris, recuerdo cuando peinaba la rubia melena de Rebeca, y los recuerdos también duelen, ¡Ojalá hubiera podido hacer algo para evitar tanto dolor!. Pero en todas estas sensaciones también me viene una paz que no puedo explicar, y que sé que viene departe del Señor.  Entonces descanso en Él y digo como el salmista “Espera en Dios porque aún he de alabarle”

 

  Dios nunca falla, y creo que sanó a Rebeca de la mejor manera que ni nosotros podemos imaginar, ya que ahora todo dolor se ha convertido en alegría, al ver el rostro de su Salvador. Tenemos la gran confianza de que un día la volveremos a ver.

 

  Quisiera terminara con este poema que leí en un libro y que me consuela muchísimo, y también espero que consuele a alguien que esté en una situación parecida:

 

     

 

          Queridos, en el cielo estoy en casa;

 

           Todo es brillante, todo es feliz.

 

           Gozo perfecto y hermosura hay

 

           En esta eterna luz que brilla aquí.

 

 

 

          Ya pasó el dolor y la tristeza,

 

          Inquietud ya no hay más;

 

          Ahora es tiempo de paz por siempre,

 

          En el cielo por fin, con seguridad

 

     

 

          ¿Os preguntáis como pasé tranquilo

 

          Por el valle de la sombra de la muerte?

 

          El amor de Jesús iluminó el camino

 

          Cada recoveco oscuro y nocivo.

 

 

 

          Jesús a buscarme vino en persona

 

          A ese camino tan difícil de pasar;

 

          Y, apoyado de su tierno brazo,

 

          ¿Podía yo acaso temer o dudar?

 

 

 

          Entonces, no debéis sentir tanta angustia,

 

          Porque todavía os amo entrañablemente;

 

          Mirad más allá de las sombras que asustan,

 

          Y confiad en la voluntad del Padre completamente.

 

 

 

          Todavía hay mucho que hacer,

 

          Así que no debéis deteneros;

 

          Trabajad mientras vida os quede

 

          Que en la tierra de Jesús el descanso es eterno.

 

   

 

          Y cuando esa obra hayáis completado,

 

          Os llamará dulcemente al hogar;

 

          OH, ¡qué éxtasis será encontrarnos!

 

          OH ¡qué gozo al veros llegar!

 

                                        -Anónimo.